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Javier Maza debate en el programa Despierta América las razones por las que considera que el mandatario no actúa de forma coherente frente a los recientes acontecimientos vividos en Charlottesville, Virginia.

 

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Era la tarde del 2 de noviembre de 1999 cuando de pronto un empleado enloquecido de Xerox en Hawaii abrió fuego y con una pistola automática mató a 6 de sus colegas para luego suicidarse. Esa misma noche un vocero local de Xerox informó lo sucedido en conferencia de prensa, en tanto el presidente de Xerox, Rick Thomas, ordenaba a su avión privado cambiar de ruta, durante su regreso de Europa, para llegar a Honolulu lo más pronto posible. Pocas horas después, un visiblemente apenado y emocionado Thomas decía en tono grave a los periodistas: “En estos mismos momentos un equipo de Xerox está haciéndose cargo de todo lo que necesitan los familiares de las víctimas, en lo emocional y lo económico, para que poco a poco puedan empezar a superar esta tragedia. Ellos también son parte de la familia de Xerox”.

Mr. Thomas hizo a la perfección lo que tenía que hacer frente a semejante crisis: asumir públicamente su compromiso y comunicar sus emociones.

Qué diferencia con lo que le ocurrió al excandidato presidencial Michael Dukakis en Estados Unidos. En medio de un debate decisivo el destacado periodisa de CNN, Bernard Shaw, le planteó el siguiente caso: “Sabemos que usted se opone a la pena de muerte, pero si su menor hija fuera violada y asesinada, no pediría usted la pena de muerte para los criminales?”. Dukakis, con increible objetividad y frialdad, respondió: “No, porque somos un país de leyes y en mi Estado no aplica la pena de muerte”. Dukakis no solo perdió el debate sino también las elecciones. Un sondeo posterior mostró que al público le chocó la actitud de Dukakis quien les dió la impresión de ser una persona insensible y poco preocupada por su familia. Por cierto, si Dukakis hubiese seguido un training en debate mediático hubiera ensayado una respuesta más efectiva. Por ejemplo: “Qué situación tan horrorosa la que plantea su pregunta. Y qué difícil de contestar. Me costaría muchísimo contenerme pero creo que finalmente tendría que aceptar que somos un país gobernado por las leyes y, por lo menos en mi Estado, no existe la pena de muerte”.

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